Los grandes felinos depredadores del Mioceno no sólo poseían unos temibles colmillos de gran tamaño, sino que también se aprovechaban, durante la caza, de la fortaleza de sus patas delanteras, mucho mayor que la de otros mamíferos carnívoros de la época. Así se desprende del análisis comparado de fósiles que ha realizado la paleontóloga Julie Meachen, de la Universidad de Durham (Gran Bretaña), que publica sus conclusiones en la revista científica 'Paleobiology'.
Meachen, que lleva muchos años dedicada al estudio de los felinos prehistóricos, señala que no sólo los famosos tigres dientes de sable tenían unos temibles colmillos. También los nimrávidos ('Nimravidae'), que no eran parientes muy cercanos (evolucionaron de forma independiente) y sus primos felino llamados 'Barbourofelidae' tenían armas muy parecidas.
Estos dos grupos de mamíferos carnívoros vivieron mucho antes (hace entre 16 y ocho millones de años) de que de que los felinos actuales fueran como hoy los conocemos. Sus colmillos eran como cuchillos y sus brazos tenían una potencia extraordinaria, según Maechen. Lo curioso es que ambas características se presentaron en varias ocasiones en un cierto momento de la historia evolutiva y en distintos depredadores. Maechen señala que, seguramente, les daba una ventaja a la hora de atrapar y matar a sus presas.
La investigadora ha descubierto que sus largos dientes delanteros, aún cuando parecen formidables, en realidad eran más frágiles que los que hoy tienen los felinos: "Los gatos que hoy conocemos tienen colmillos más cortos y redondos y eso les permite soportar las fuerzas en todas las direcciones. Es algo muy práctico para cazar, porque les permite soportar las tensiones que se generan durante la lucha sin que se fracturen", apunta Maechen.
Por contra, los grandes 'dientes de sable' presentaban un ángulo ovalado y plano que hacía que fueran vulnerables a las fracturas, lo que les dejaba sin un arma fundamental.
¿Cómo compensaban entonces esa riesgos? Pues como descubrió la misma paleontóloga en el 2010, en este caso en los tigres dientes de sable 'Smilodon', con unos huesos en las patas delanteras excepcionalmente gruesos en comparación con sus primos felinos. "Esos huesos robustos son un indicador de la fuerza que tenían en las caderas, que utilizaban para lanzarse sobre sus presas pra cogerlas y matarlas sin romper sus valiosos colmillos", explica.
Meachen, que lleva muchos años dedicada al estudio de los felinos prehistóricos, señala que no sólo los famosos tigres dientes de sable tenían unos temibles colmillos. También los nimrávidos ('Nimravidae'), que no eran parientes muy cercanos (evolucionaron de forma independiente) y sus primos felino llamados 'Barbourofelidae' tenían armas muy parecidas.
Estos dos grupos de mamíferos carnívoros vivieron mucho antes (hace entre 16 y ocho millones de años) de que de que los felinos actuales fueran como hoy los conocemos. Sus colmillos eran como cuchillos y sus brazos tenían una potencia extraordinaria, según Maechen. Lo curioso es que ambas características se presentaron en varias ocasiones en un cierto momento de la historia evolutiva y en distintos depredadores. Maechen señala que, seguramente, les daba una ventaja a la hora de atrapar y matar a sus presas.
La investigadora ha descubierto que sus largos dientes delanteros, aún cuando parecen formidables, en realidad eran más frágiles que los que hoy tienen los felinos: "Los gatos que hoy conocemos tienen colmillos más cortos y redondos y eso les permite soportar las fuerzas en todas las direcciones. Es algo muy práctico para cazar, porque les permite soportar las tensiones que se generan durante la lucha sin que se fracturen", apunta Maechen.
Por contra, los grandes 'dientes de sable' presentaban un ángulo ovalado y plano que hacía que fueran vulnerables a las fracturas, lo que les dejaba sin un arma fundamental.
¿Cómo compensaban entonces esa riesgos? Pues como descubrió la misma paleontóloga en el 2010, en este caso en los tigres dientes de sable 'Smilodon', con unos huesos en las patas delanteras excepcionalmente gruesos en comparación con sus primos felinos. "Esos huesos robustos son un indicador de la fuerza que tenían en las caderas, que utilizaban para lanzarse sobre sus presas pra cogerlas y matarlas sin romper sus valiosos colmillos", explica.
Fuente: Noticias de Ciencia - Rosa M. Tristán | ELMUNDO.es
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