El lóbulo temporal y el bulbo olfativo de los primeros Homo sapiens eran de mayor tamaño que los de H. neanderthalensis, según una investigación internacional liderada por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). El trabajo, publicado en la revista Nature Communications, sugiere la evolución de un uso combinado de funciones cognitivas y del olfato en humanos modernos. A través de análisis morfométricos en 3D, se han medido las impresiones que deja el cerebro en la base interior del cráneo.
Los resultados indican que la estructura que recibe la información olfativa es aproximadamente un 12% mayor en los sapiens. Asimismo, el tamaño de los lóbulos temporales, relacionados con el lenguaje, la memoria y las funciones sociales también es mayor en esta especie humana. El investigador del CSIC en el Museo Nacional de Ciencias Naturales, responsable del trabajo, Markus Bastir, explica: “El aumento del tamaño del cerebro está íntimamente vinculado con la evolución de la humanidad”. Aunque sapiens y neandertales pertenecen a dos linajes evolutivos diferentes, ambos presentan cerebros grandes y de tamaño parecido.
Por ello, “el análisis de la forma cerebral podría reflejar diferencias en su reorganización evolutiva”, añade Bastir. La información olfativa se proyecta a regiones cerebrales directamente responsables del procesado de la emoción, la motivación, el miedo, la memoria, el placer y la atracción entre las personas. Según el segundo autor del artículo, el investigador del CSIC en el mismo centro, Antonio Rosas, “las funciones olfativas superiores son aquellas que combinan el olfato y los procesos cognitivos como la percepción, la motivación, la intuición, el juicio y la decisión”. Rosas opina: “El hecho de que el H. sapiens tenga bulbos olfativos más grandes que cualquier otra especie humana, podría indicar mayor y distinto sentido del olfato, posiblemente involucrado en el desarrollo de aspectos relacionados con funciones sociales”.
Estas diferencias podrían tener sentido evolutivo en un contexto social y contribuir al reconocimiento de individuos del grupo, a la cohesión y al aprendizaje social. El olfato es el sentido más antiguo de los vertebrados y el único canal con el que el cerebro conecta directamente con el medio ambiente. Además, según Rosas, “nunca duerme porque el cuerpo siempre respira”. El circuito neural del olfato está muy vinculado con el material neurológico de la memoria y de las emociones. En palabras del investigador del CSIC: “esto explica la enorme intensidad emocional que se experimenta al recordar cualquier vivencia asociada al olfato”. Bastir concluye: “Aunque el sentido del olor en humanos y primates ha sido tradicionalmente considerado como uno de los menos importantes, el presente estudio refleja una reciente tendencia en la investigación que reevalúa su potencial significado para la evolución de la humanidad”
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