miércoles, 14 de septiembre de 2011

Astronomía - Los impactos meteoríticos en la Tierra, ¿son cada vez más habituales desde hace 250 millones de años?


Los grandes impactos de cometas o asteroides han sido asociados a varias extinciones masivas en la Tierra, siendo la más famosa la que aniquiló a los dinosaurios hace 65 millones de años. Cerca de 200 cráteres identificables como tales en la superficie de la Tierra, algunos de ellos con cientos de kilómetros de diámetro, son huellas de estas colisiones catastróficas.

Dilucidar si la frecuencia de los impactos ha variado con el paso del tiempo, y, de ser así, determinar si esa variación sigue una pauta clara, no es sólo una cuestión académica. Es un elemento importante de juicio cuando los científicos estiman el riesgo actual de impactos catastróficos de cuerpos celestes contra la Tierra.

Desde mediados de la década de 1980, diversos expertos han afirmado haber identificado variaciones periódicas en la frecuencia de impactos.

Usando datos sobre distintos cráteres, en particular las estimaciones de sus edades, esos investigadores han obtenido un patrón regular donde, siguiendo un determinado ciclo de tiempo (los valores varían entre 13 y 50 millones de años), una época con menos impactos es seguida por una época con más impactos, y así sucesivamente.

Uno de los mecanismos propuestos para estas variaciones es el movimiento periódico de nuestro sistema solar con respecto al plano principal de nuestra galaxia, la Vía Láctea. Este movimiento podría dar lugar a diferencias en el modo en que la diminuta influencia gravitatoria de la estrellas cercanas altera las órbitas de los objetos en la Nube de Oort, una nube gigante de cometas que forma una envoltura distante (a casi un año-luz de distancia del Sol) alrededor del sistema solar. Esas diferencias podrían hacer que, en determinadas épocas, una cantidad de cometas más grande de lo habitual abandonase la Nube de Oort para adentrarse en la región más interior del sistema solar (la ocupada por la Tierra y otros planetas bastante cercanos al Sol). Esta mayor presencia de cometas en dicha región aumentaría las probabilidades de que algunos de ellos colisionasen con la Tierra.

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El cráter Barringer. (Foto: © National Map Seamless Viewer/US Geological Service)


Una teoría parecida a la anterior pero más espectacular postula la existencia de una estrella compañera del Sol, que aún no ha sido detectada, y a la que se ha dado en llamar "Némesis". Según esta teoría, la órbita muy alargada de Némesis haría que esta estrella se acercase periódicamente a la Nube de Oort, provocando en cada ocasión un aumento en el número de cometas que incursionan en las inmediaciones de la Tierra.

Ahora, un nuevo análisis realizado por Coryn Bailer-Jones, del Instituto Max Planck para la Astronomía (MPIA), en Alemania, muestra que muchos de esos patrones periódicos no son realmente tal cosa sino sólo engañosas distorsiones estadísticas, fruto del inevitable margen de error con el que las estimaciones de esa clase deben lidiar. Por tanto, todo apunta a que Némesis no existe.

Sin embargo, sí se aprecia una tendencia general: Desde hace unos 250 millones de años hasta la actualidad, la frecuencia de impactos, a juzgar por el número de cráteres de distintas edades, aumenta a un ritmo constante.

Hay dos posibles explicaciones para esta tendencia.

Una es que los cráteres más pequeños se erosionan con mayor facilidad, y por su parte los cráteres más viejos han tenido más tiempo para ser erosionados. La tendencia podría reflejar simplemente el hecho de que es más fácil que encontremos los cráteres más grandes y jóvenes que los más pequeños y viejos.

La otra explicación, incompleta pero inquietante, es que, al menos en parte, la frecuencia creciente de impactos podría ser real. De hecho, hay análisis de cráteres de impacto en la Luna, donde no hay procesos geológicos naturales que provoquen el rellenado o erosión de los cráteres, que apuntan a esa tendencia.

Fuente Original: Noticias del Espacio

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