El número de planetas extrasolares similares a la Tierra adecuados para mantener vida avanzada podría ser 10 veces más alto de lo que se ha asumido hasta ahora, según un nuevo estudio de modelos. El hallazgo contradice la idea reinante de que un planeta terrestre necesita una gran luna para estabilizar la orientación de su eje y, por consiguiente, su clima.
En 1993, los matemáticos franceses Jacques Laskar y Philippe Robutel demostraron que la gran luna de la Tierra tuvo un efecto estabilizador sobre el clima de nuestro planeta. Sin la Luna, los efectos gravitatorios de otros planetas, como el cercano Venus y el masivo Júpiter, perturbarían en gran medida la inclinación axial (o inclinación del eje) de la Tierra, con importantes consecuencias para el clima del planeta. El constante tirón gravitatorio de la Luna contrarresta estas perturbaciones, y la inclinación axial de la Tierra nunca se desviaría demasiado de su valor actual de 23,5°, donde 0° significaría que el eje es perpendicular al plano de la órbita de la Tierra alrededor del Sol.
De hecho, Laskar y Robutel también demostraron que la inclinación del eje de Marte, que tiene dos lunas diminutas, ha variado entre 10° y 60° en el pasado, lo que causó grandes variaciones climáticas que a su vez podrían haber contribuido a la pérdida de la mayor parte de la atmósfera del planeta, dejando a Marte como el seco y desértico mundo que es hoy. Debido a esto, la mayoría de los astrobiólogos han asumido que los planetas similares a la Tierra en otros sistemas solares necesitarían una luna relativamente grande para sustentar vida compleja durante largos periodos de tiempo.
Dada la idea generalmente aceptada acerca de cómo obtuvo la Tierra su gran luna –a través de una improbable y dramática colisión con un cuerpo del tamaño de Marte que arrancó un gran trozo de la Tierra- los astrónomos estiman que sólo el 1% de todos los planetas similares a la Tierra en el Universo podrían realmente tener una compañera tan robusta. Lo que significaría que los planetas que albergan vida compleja podrían ser relativamente raros.
Sin embargo, Jack Lissauer, un astrofísico teórico del Centro de Investigación Ames de la NASA en Moffet Field, California, es mucho más optimista. Junto con Jason Barnes, un físico de la Universidad de Idaho, Moscú, y John Chambers, un astrofísico teórico del Departamento de Magnetismo Terrestre de la Institución Carnegie, D.C., ha llevado a cabo una gran cantidad de detalladas simulaciones numéricas de “Tierras sin luna”, las que demuestran que las consecuencias son menos graves que las generalmente aceptadas.
Esto se debe a que los cambios realmente grandes en la inclinación del planeta ocurrirían sólo después de mucho tiempo, por lo que habría tiempo más que suficiente para la evolución de la vida, informó Lissauer en la reunión de la Sociedad Astronómica Americana realizada en mayo. “Las variaciones en la inclinación del eje de la Tierra serían, de hecho, mucho mayores si no hubiese una gran luna”, dijo Lissauer, “pero dichas variaciones sólo ocurrirían en escalas de tiempo de miles de millones de años”. Esto dejaría un extenso periodo para que la vida terrestre avanzada evolucionara bajo condiciones climáticas relativamente estables, aunque lo que sucedería con la vida durante un cambio axial aún no es claro.
Cuando un planeta rota en la dirección opuesta a su movimiento orbital (como sucede en el caso de Venus), el efecto de las perturbaciones gravitacionales sobre su eje de giro sería incluso más pequeño, indicaron las simulaciones. Y, por supuesto, si un sistema planetario contiene sólo un planeta, no hay perturbaciones. Nadie sabe cuán comunes pueden ser tales sistemas con apenas un planeta.
No todo el mundo está abrumado por la importancia de los nuevos resultados. “No pienso que [los cambios en la inclinación axial del planeta] fuesen un problema para el desarrollo de la vida avanzada”, dado que de todos modos cualquier tipo de vida se adaptaría a las circunstancias cambiantes, dijo la científica planetaria Sara Seager del Instituto Tecnológico de Massachusetts en Cambridge.
Pero Bill Borucki del Centro de Investigación Ames de la NASA, quien es el investigador principal de la misión del satélite cazador de planetas Kepler, dijo que está “sorprendido y encantado” por las conclusiones de Lissauer. “Kepler está buscando planetas similares a la Tierra orbitando otras estrellas, y esto significa que muchos de ellos podrían albergar vida compleja. Es un resultado maravilloso”, dijo.
Fuente Original: Cosmo Noticias - ScienceNOW