Un susto provocado por desechos orbitales que pasaron a un par de cientos de metros de la Estación Espacial Internacional la semana pasada, arroja luz sobre un problema que empeora cada vez más.
Millones de trozos de metal, plástico y vidrio están girando alrededor de la Tierra: es la basura sobrante de 4.600 lanzamientos, tras 54 años de exploración espacial.
El riesgo de colisión es bajo, pero la basura viaja a tal velocidad que incluso un diminuto fragmento puede dejar inutilizable un satélite, algo que puede costar decenas de millones de dólares.
Alrededor de 16.000 objetos de tamaño superior a 10 centímetros de ancho son seguidos por la Red de Vigilancia Espacial de EE.UU., según un especialista de la NASA.
Hay cerca de 500.000 pedazos entre 1 y 10 cms, mientras que el total de partículas más pequeñas que 1 centímetro “probablemente excede los 10 millones”, dice la NASA en su sitio web.
La basura proviene principalmente de satélites viejos y etapas superiores de cohetes cuyos combustibles residuales u otros fluidos explotaron mientras regresaban a la órbita. Conforme la basura colisiona y se divide en más pedazos, resultan más escombros.
Se cree que otra gran fuente es un satélite meteorológico chino, Fengyun-1C, que China destruyó mientras probaba un arma anti satélites en 2007.
Los especialistas en basura especial y operadores de satélites estaban indignados. De un golpe, se ayudó a incrementar la cuenta de escombros de gran tamaño en más de un tercio.
En mayo de 2009, un pedazo de 10 cm del Fengyun-1C pasó a menos de tres kilómetros del transbordador espacial Atlantis, provocando planes de maniobras evasivas que demostraron ser innecesarias.
Cuatro colisiones han ocurrido entre objetos rastreados, dice el Centro Nacional de Estudios Espaciales de Francia (CNES).
En 1991, un satélite de navegación ruso, Cosmos 1991, colisionó con escombros de un satélite de la misma nacionalidad fuera de servicio, Cosmos 926, aunque este evento sólo salió a la luz en 2005.
En 1996, un fragmento de un cohete Ariane lanzado en 1986 dañó un micro-satélite espía francés, Cerise.
En 2005, la etapa superior de un lanzador estadounidense Thor golpeó escombros de un cohete chino CZ-4.
Y en 2009, un satélite militar ruso en desuso, Cosmos 2251, golpeó un satélite de comunicación estadounidense Iridium, generando una nube de escombros de pleno derecho.
En órbita terrestre baja, que es donde se encuentra la Estación Espacial Internacional (ISS), los impactos de chatarra espacial ocurren a alrededor de 10 kilómetros por segundo (36.000 km/h), dice el CNES.
Una bolita de aluminio de apenas un milímetro posee casi la misma energía cinética que una bola de cricket o una bola de béisbol lanzada a 450 km/h.
En junio de 1983, el parabrisas del transbordador Challenger debió ser reemplazado después que fue dañado por una mancha de pintura de sólo 0,3 mm de diámetro que impactó a cuatro kilómetros por segundo.
Para sobrellevar tales amenazas, la ISS tiene algunos escudos, pero depende principalmente de la ejecución de maniobras de evasión para hacerse a un lado del camino, una operación que se ha hecho varias veces.
Los satélites también pueden realizar maniobras evasivas utilizando sus propulsores, pero esto es costoso dado que reduce la vida operativa de la nave.
La ISS “es la nave especial mejor blindada que haya volado alguna vez”, dice la NASA. “Los componentes críticos, como por ejemplo, las ‘habitaciones’ y tanques de alta presión, normalmente serán capaces de resistir el impacto de escombros de hasta un centímetro de diámetro”.
Lo positivo es que, en órbita terrestre baja, los escombros son un problema a relativamente corto plazo. En órbitas por debajo de 600 kms, el material cae a la Tierra, normalmente reduciéndose a nada en la
atmósfera, dentro de muchos años.
Más allá de 800 kms, el decaimiento orbital se mide en décadas, pero más allá de 1.000 kms, los escombros orbitarán el planeta durante un siglo o más.
La Agencia Espacial Europea (ESA), Japón, Rusia y Estados Unidos han emitido directrices para mitigar el problema de la basura espacial, tales como el diseño de satélites y naves espaciales que puedan ser sacados de órbita a propósito, usando una reserva de combustible, en lugar de que se encuentren a la deriva en el espacio.
Las principales agencias espaciales también han formado un panel para abordar el problema, tema que también es discutido en el Comité para Usos Pacíficos del Espacio Ultraterrestre (COPUOS) de Naciones Unidas.
Fuente Original: Cosmo Noticias - PhysOrg