NWA
7325 es un meteorito sin igual. Encontrado en Marruecos en año pasado,
este conjunto de pequeñas rocas parece ser un símil geoquímico casi
perfecto de la superficie del planeta más interior.
Cuando
los especialistas en dinámica realizaron sus cálculos, los resultados
indicaron que es, al menos, estadíticamente posible que cayesen
meteoritos en la Tierra procedentes de todo el Sistema Solar interior –
incluso desde Mercurio.

NWA 7325 Crédito: Stefan Ralew
De
este modo, espoleados por el estrecho escrutinio que realizar el
orbitador MESSENGER de la superficie de Mercurio, la búsqueda se ha
centrado en encontrar meteoritos procedentes de este planeta. Todos los
candidatos anteriores (conocidos como angritas y aubritas) se acercan,
pero no encajan perfectamente con la composición única encontrada por
MESSENGER en la superficie de Mercurio: roca ígnea oscura enriquecida
con magnesio, pero virtualmente sin hierro. Ahora, finalmente, podríamos tener uno a mano.
El
pasado abril, el comerciante de meteoritos alemán, Stefan Ralew, compró
un grupo de 35 pequeños meteoritos que se habían encontrado unos meses
antes en el desierto de Marruecos. Los fragmentos, procedentes de un
único impacto, totalizaron unos 354 gramos. Justo en ese momento, ya
pudo ver que eran inusuales: la corteza de fusión, creada por el
repentino calentamiento al decelerar en la atmósfera terrestre, era
verdoso. Esto era especialmente evidente en el trozo más grande, del
tamaño de una bola de golf, con un peso algo superior a los 100 g. “Las
cortezas de fusión verdes y vidriosas se han observado en unos pocos
meteoritos lunares”, explica Ralew, “pero no tienen un color tan extremo
como este”.
El
nuevo hallazgo marroquí se conoce oficialmente como Northwest Africa
7325. Ralew envió muestras al laboratorio de Anthony Irving (Universidad
de Washington), famoso por su experiencia con meteoritos inusuales
procedentes de la Luna, Marte y otros puntos.
El
interior de las piedras estaba lleno de cristales relativamente grandes y
obvios, lo que sugiere que el magma a partir del cual se solidificaron,
se había enfriado lentamente. El impactante color verde esmeralda
procede de un mineral de silicato conocido como diopsida, con
incrustaciones de cromo. Irving y su equipo encontraron grandes
cantidades de magnesio y calcio en el conjunto de minerales de silicato,
pero aún más importante es lo que no encontraron: virtualmente, no
había hierro.
Irving, que presentará los hallazgos de
su equipo en una conferencia de ciencias planetarias que tendrá lugar el
mes que viene, trata de mantener a raya su entusiasmo. “NWA 7325 es
asombroso y, ciertamente, más consistente con los resultados de
MESSENGER que las angritas y aubritas”, explica, “pero necesitamos una
[muestra retornada por una sonda] para una comparación definitiva”.
Shoshana
Weider (de la Institución Carnegie de Washington), que pasó años
estudiando los espectros de MESSENGER de Mercurio, ofrece, asimismo, una
nota de advertencia. La superficie del planeta parece ser rica en el
mineral de silicato enstatita, el cual no es obvio en NWA 7325. Además,
no debería tener mucho calcio. Para explicar estas discrepancias, tanto
ella como Irving están de acuerdo en que podrían haber sido una roca
enterrada a gran profundidad – muy por debajo de la superficie – antes
de que una potente colisión la enviase al espacio interplanetario.
Aún hay muchas incertidumbres sobre estas
rocas espaciales extrañamente verdes. Se están realizando pruebas para
determinar hace cuánto tiempo cristalizaron y cuánto tiempo estuvieron
expuestas a los rayos cósmicos, mientras vagaban por el espacio antes de
alcanzar la Tierra.
Una
forma de averiguar la paternidad, sería ver si NWA 7325 exhibe un
remanente de magnetismo. Después de todo, Mercurio tiene un robusto
campo magnético que habría dejado su huella en cualquier roca en el
momento de cristalizar. (Dicho esto, podrían surgir problemas debidos al
calentamiento por el choque que experimentaron estas rocas al ser
eyectadas al espacio, o por los potentes imanes que usan los nómadas
marroquíes cuando buscan meteoritos en el desierto).
Un
segundo enfoque sería ver si la proporción de meteoritos de tres
isótopos de magnesio encajan con lo que el espectrómetro de rayos gamma
(GRS) de MESSENGER está viendo en Mercurio. Es una observación difícil,
explica Patrick Peplowski (Laboratorio de Física Aplicada), debido a que
el GRS tiene un armazón de magnesio. “Hay poco potencial para detectar
distintos isótopos de magnesio, pero espero que los errores en cualquier
proporción isotópica resultante estén al nivel de, aproximadamente, un
5% “, dice Peplowski. “Sospecho que esto es más de lo que sería
necesario para comparar con NWA 7325, pero no estoy seguro”.
Finalmente,
los investigadores pudieron fundir una de las piedras de NWA 7325 y la
dejaron enfriarse y recristalizar en condiciones controladas, para ver
el parecido con la composición de la superficie de Mercurio. “Muchos
científicos querrían tener esto en sus manos”, señala Weider.
Sin
embargo, cualquiera que quiera tener un trozo lo bastante grande como
para fundirlo, tendrá que ponerse a la fila. Hasta el momento, Ralew ha
donado menos de 28 gramos de NWA 7325 para análisis científicos, y él
tiene el resto. No es impensable que los trozos de este hallazgo único
alcancen los 5000 dólares por gramo en el, en ocasiones, frenético
mercado de los meteoritos. Por ahora, al menos, está rechazando todas
las ofertas para su venta, para dar a los investigadores la opción de
llevar a cabo toda la gama de pruebas analíticas.
“Aunque
esta roca no fuese de Mercurio, sigue siendo asombrosa”, señala Irving.
Procede de un planeta, dice – solo tenemos que descubrir de cuál.
Fuente: Ciencia Kanija - Sky&Telescope
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