domingo, 15 de enero de 2012

Exploración Espacial - Una montaña espacial produce meteoritos terrestres



Una vista lateral de la gran montaña de Vesta, en el polo sur. Crédito: NASA/JPL-Caltech/UCLA/MPS/DLR/IDA/PSI.

Cuando la nave espacial Dawn, de la NASA, entró en órbita alrededor del asteroide gigante Vesta, en el mes de julio, los científicos esperaban, con certeza, que la sonda revelara cosas sorprendentes. Pero nadie esperaba que una montaña de 21 kilómetros de alto, dos veces y media más alta que el Monte Everest, fuese una de ellas.

La existencia de esta imponente cima podría resolver un antiguo misterio: ¿Cómo es que tantos pedazos de Vesta terminaron aquí en nuestro planeta?

Desde hace muchos años, los investigadores han estado recolectando meteoritos de “sitios de impacto” alrededor del mundo. Las huellas dactilares químicas de las rocas establecen con certeza que provinieron del asteroide gigante. La Tierra ha sido golpeada por muchos fragmentos de Vesta, al punto que se han observado incluso bolas de fuego causadas por meteoroides al atravesar nuestra atmósfera. Ejemplos recientes incluyen un impacto cerca de la aldea africana de Bilanga Yanga, en octubre de 1999, y otro en las afueras de Millbillillie, Australia, en octubre de 1960.

“Esos meteoritos podrían ser pedazos de la cuenca que fue excavada cuando la montaña gigante de Vesta se formó”, dice Chris Russell, quien es el investigador principal de la misión Dawn, de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA).

Russell cree que la montaña se creó después de un “impacto grande y muy poderoso” contra un cuerpo más pequeño; el material desplazado en la colisión rebotó y se expandió hacia arriba, formando de esta manera la colosal montaña. La misma tremenda colisión que creó la montaña pudo haber lanzado astillas de Vesta hacia la Tierra.

“Algunos de los meteoritos que tenemos en nuestros museos y laboratorios”, dice, “podrían ser fragmentos de Vesta que se crearon durante el impacto, pedazos del mismo material del cual está hecha la montaña”.

Para verificar esta hipótesis, el equipo científico de Vesta intentará demostrar que los meteoritos de Vesta se originaron en las cercanías de la montaña. Es un juego en el que se debe encontrar pareja y que involucra tanto a la antigüedad como a la composición química.

“Vesta se formó en los albores del sistema solar”, dice Russell. “Miles de millones de años de colisiones con otras rocas espaciales le dieron una superficie densa en cráteres”.

La superficie que se encuentra alrededor de la montaña, sin embargo, es sospechosamente uniforme. Russell piensa que el impacto borró toda la historia relacionada con los cráteres en la región ubicada alrededor de la montaña. Mediante el conteo de los cráteres que aparecieron desde entonces, los investigadores pueden estimar la antigüedad del paisaje.

“De esta manera podemos determinar la edad aproximada de la superficie de la montaña. Usando datación radiométrica, podemos también determinar cuándo fueron ‘liberados’ de Vesta los meteoritos. Si estas dos fechas concuerdan, esto sería una fuerte evidencia de una conexión entre los meteoritos y la montaña”.

Para contar con más pruebas, los científicos compararán la composición química de los meteoritos con la del área de la montaña.

“Vesta es intrínseca pero sutilmente colorido. Los sensores de la sonda Dawn pueden detectar leves variaciones en el color de los minerales de Vesta, de modo que podemos confeccionar mapas de químicos y minerales que han emergido a la superficie. Posteriormente, compararemos estos colores con los de los meteoritos”.

Fuente: Cosmo Noticias - Ciencia@NASA

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