domingo, 16 de octubre de 2011

Astronomía - Los sistemas solares caóticos pueden ser muy comunes

Nuestro sistema solar, en el cual los planetas son de tamaños bastante variados y se mueven en trayectorias casi circulares, puede ser bastante inusual, según un nuevo estudio llevado a cabo por un equipo germano-británico de científicos.

Estos investigadores, dirigidos por el profesor Pavel Kroupa de la Universidad de Bonn, Alemania, han llegado a la conclusión de que los sistemas planetarios en formación pueden sufrir alteraciones orbitales drásticas de sus integrantes a causa de colisiones de éstos con las numerosas acumulaciones de material (planetesimales esencialmente) que se forjan en el espacio durante ese proceso de formación planetaria. El resultado de las colisiones es un sistema en el cual los planetas supervivientes trazan órbitas muy inclinadas, y donde es difícil que pueda haber planetas de tamaño parecido al de la Tierra orbitando de manera estable dentro de la franja habitable alrededor de su estrella.

Los planetas de nuestro sistema solar, incluida la Tierra, orbitan alrededor del Sol manteniéndose muy cerca del plano del ecuador solar, y muchos de ellos se mueven en trayectorias no muy diferentes de círculos. Por éstas y otras características, se puede decir que nuestro sistema planetario goza de un orden y una estabilidad notables.

Sin embargo, los sistemas planetarios alrededor de otras estrellas pueden ser muy diferentes, con mundos moviéndose muy desencajados del plano ecuatorial de su estrella.

Se ha venido asumiendo que muchos de los parámetros orbitales de los planetas de nuestro sistema solar son una consecuencia normal de la formación del Sol y los demás astros del sistema hace alrededor de 4.600 millones de años. Al parecer, nuestro sistema se formó a partir de una nube de gas y polvo (una nebulosa) que se condensó, bajo la influencia de la gravedad, en un disco en rotación y con el Sol en el centro. Los planetas entonces crecieron a partir de los grumos de material dentro de este disco protoplanetario.


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Sistemas protoestelares en Orión. (Foto: NASA, ESA y L. Ricci (ESO))


La nueva investigación plantea que el caso de nuestro sistema solar quizá no sea el más común.

Si el disco protoplanetario entra en otra nube de material, puede extraer de ella una cantidad de material de hasta 30 veces la masa de Júpiter. La adición de esta provisión extra de gas y polvo hace inclinarse al disco, y por lo tanto a las órbitas finales de los planetas que se están formando en él. Muchos astrofísicos opinan hoy en día que la mayoría de los sistemas planetarios se forman en cúmulos de estrellas, donde éstas se hallan muy cerca unas de otras. Por la proximidad entre los soles y, consecuentemente, entre sus discos protoplanetarios, estos encuentros entre nubes de material pueden ser muy comunes.

Las simulaciones por ordenador llevadas a cabo por Ingo Thies, también de la Universidad de Bonn, indican que el disco protoplanetario que penetra en una nube ajena de material, no sólo se inclina con respecto al plano ecuatorial de su estrella. El material de la nube que pasa al disco puede llevar incluso a que éste invierta su giro, adoptando una órbita retrógrada, o en otras palabras pasando a girar alrededor de su estrella en sentido contrario al de la rotación de ésta. Al mismo tiempo, el encuentro entre el disco y la nube comprime la región más interior del disco, lo que posiblemente acelera el proceso de formación planetaria.

La simulación sugiere que los planetas que se formen bajo estas circunstancias tendrán órbitas muy inclinadas o hasta retrógradas. En algunos casos, las órbitas pueden incluso inclinarse unas con respecto a las otras, dando lugar a un sistema planetario altamente inestable, en el que no quedará gran cosa más que unos pocos planetas gigantes gaseosos orbitando muy cerca de su estrella, la clase de astros popularmente descritos como "júpiteres calientes"



Fuente: Noticias del Espacio

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