Varias especies de fitoplancton poseen capacidad genética diferente para adaptarse al cambio climático. Así lo confirma un equipo de investigación español que señala también que, a finales del siglo XXI, las especies que proliferan en mar abierto serán más vulnerables al incremento de la temperatura del agua. Las que se mueven en aguas continentales serán más resistentes.
“Las condiciones térmicas en mar abierto son relativamente más estables que en las aguas continentales, donde el ciclo anual de temperaturas está sujeto a un rango de variación mucho más amplio”, explica Emma Huertas, coordinadora del estudio que se ha publicado en Proceedings of the Royal Society B, e investigadora del Instituto de Ciencias Marinas de Andalucía (CSIC).
Según la científica, las especies que desarrollan su ciclo vital en mar abierto son “más vulnerables a oscilaciones drásticas de temperatura”. “La adaptación genética al calentamiento está relacionada con las condiciones térmicas del hábitat”, añade.
El equipo estudió en laboratorio 12 especies de fitoplancton –como las microalgas asociadas a los corales de la Gran Barrera de Coral, el mayor arrecife del mundo (al noreste de Australia)– de cuatro grandes grupos representativos y caracterizó su máxima capacidad genética de adaptación al efecto invernadero provocado por el calentamiento global.
Los científicos partían de la hipótesis de que la gran diversidad del fitoplancton debería reflejarse en capacidades genéticas de adaptación diferentes. La importancia del fitoplancton en los océanos reside también en su labor como primer eslabón de la red trófica o alimentaria marina.
“Sería el equivalente a la vegetación terrestre, ya que transforma elementos inorgánicos en energía y materia orgánica para que el resto pueda alimentarse. Cualquier alteración en la dinámica y estructura de la comunidad fitoplanctónica como consecuencia del efecto invernadero repercute en los ciclos biogeoquímicos marinos y en otras muchas especies”, explica Huertas.
“Las condiciones térmicas en mar abierto son relativamente más estables que en las aguas continentales, donde el ciclo anual de temperaturas está sujeto a un rango de variación mucho más amplio”, explica Emma Huertas, coordinadora del estudio que se ha publicado en Proceedings of the Royal Society B, e investigadora del Instituto de Ciencias Marinas de Andalucía (CSIC).
Según la científica, las especies que desarrollan su ciclo vital en mar abierto son “más vulnerables a oscilaciones drásticas de temperatura”. “La adaptación genética al calentamiento está relacionada con las condiciones térmicas del hábitat”, añade.
El equipo estudió en laboratorio 12 especies de fitoplancton –como las microalgas asociadas a los corales de la Gran Barrera de Coral, el mayor arrecife del mundo (al noreste de Australia)– de cuatro grandes grupos representativos y caracterizó su máxima capacidad genética de adaptación al efecto invernadero provocado por el calentamiento global.
Los científicos partían de la hipótesis de que la gran diversidad del fitoplancton debería reflejarse en capacidades genéticas de adaptación diferentes. La importancia del fitoplancton en los océanos reside también en su labor como primer eslabón de la red trófica o alimentaria marina.
“Sería el equivalente a la vegetación terrestre, ya que transforma elementos inorgánicos en energía y materia orgánica para que el resto pueda alimentarse. Cualquier alteración en la dinámica y estructura de la comunidad fitoplanctónica como consecuencia del efecto invernadero repercute en los ciclos biogeoquímicos marinos y en otras muchas especies”, explica Huertas.
Diatomeas vistas a través del microscopio. (Foto: NOAA)
Los resultados del trabajo permitirán diseñar nuevas herramientas de predicción del funcionamiento de los ecosistemas marinos bajo condiciones de cambio global, así como en estudios de ecología evolutiva o gestión de ecosistemas acuáticos.
“Los organismos se adaptan a cambios ambientales a través de mecanismos fisiológicos. Sin embargo, cuando se supera un cierto umbral de tolerancia, la genética selecciona a los más resistentes. Por ello, en un océano más cálido, como el que previsiblemente tendremos a finales del siglo XXI, la plasticidad genética de sus ancestros determinará la supervivencia de unas especies frente a otras”, agrega la investigadora.
Los océanos cumplen un importante papel en modular el clima a través del almacenamiento y el transporte de calor y el secuestro de CO2 de la atmósfera. Los microorganismos que forman el fitoplancton cumplen estas funciones a través de la fotosíntesis.
“Los organismos se adaptan a cambios ambientales a través de mecanismos fisiológicos. Sin embargo, cuando se supera un cierto umbral de tolerancia, la genética selecciona a los más resistentes. Por ello, en un océano más cálido, como el que previsiblemente tendremos a finales del siglo XXI, la plasticidad genética de sus ancestros determinará la supervivencia de unas especies frente a otras”, agrega la investigadora.
Los océanos cumplen un importante papel en modular el clima a través del almacenamiento y el transporte de calor y el secuestro de CO2 de la atmósfera. Los microorganismos que forman el fitoplancton cumplen estas funciones a través de la fotosíntesis.
Fuente Original: Noticias del Espacio - CSIC